Cuando pensamos las prácticas adultas como ejemplo de conductas para los niños, las niñas y los adolescentes, lo primero a lo que nos referimos, es a las familias.
Esto es lo que hace algún tiempo, un autor de apellido Bandura definió como “Aprendizaje Vicario”, que implica: aprender observando a otros.
Desde que el niño nace, aprende por observación, por modelado, y dicha modalidad de aprendizaje perdura a lo largo de toda la vida. Ahora bien, ¿estamos en paz? ¿Qué comportamientos observan los niños o jóvenes en casa? ¿Cómo planteamos la no violencia y la tolerancia?.
Lejos de posicionarnos como jueces de conductas, les ofrecemos un primer interrogante, un puntapié, un empujón para poder pensar en el rol fundamental que tenemos (una vez más) ante los ojos de los más chicos … Poder encontrarnos con nuestra propia paz aún en momentos de tempestad es un excelente comienzo para plantearnos una educación para la tolerancia, el amor y la paz.
¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE EDUCAR PARA LA PAZ? Según UNICEF, una educación inspirada en la cultura de no violencia y paz permite al alumnado adquirir conocimientos y actitudes necesarias para prevenir las violencias y abordar conflictos de manera pacífica.
¿Cómo promovemos la educación para la paz en NUESTRA ESCUELA?
- Planteando normas de convivencia institucional claras, dinámicas y consecuentes con los objetivos de la Institución.
- Implicándonos como adultos responsables de las prácticas de NNA, brindando estrategias de prevención y abordaje.
- Interviniendo siempre que una conducta aparezca a romper con la paz en el grupo.
- Focalizando en las emociones que propician la convivencia pacífica (alegría, amor, paz) y abordando las emociones que no propician entornos favorecedores (ira, miedo, desagrado).